
"Lub", "Dub","Lub", "Dub","Lub", "Dub","Lub", "Dub","Lub", "Dub","Lub", "Dub","Lub", "Dub" Cuando mis oídos escucharon ese sonido por primera vez supe que te amaría por el resto de mi vida y que incluso después de dejar este mundo seguiría amándote. Cuando por fin logre volver a la realidad mis ojos se encontraron con otra mirada que sentía la misma felicidad que yo en aquel momento.
Nos dijeron que tu llegada sería en el mes de abril, que debíamos esperar 310 días. Serian semanas eternas pero llenas de cambios, asique estábamos ansiosos y felices.
Al principio no todo fue color de rosas ya que por las mañanas las náuseas y el cansancio se apoderaban de mi cuerpo, así transcurrieron algunas semanas, hasta que por fin los malestares desaparecieron y comencé a sentirme mucho mejor, de esta forma transcurrieron los primeros meses.
Por fin llego la primavera y en el mes de octubre te vimos en tu esplendor, te habías desarrollado tanto que supimos que serias niñita.
¿Quieres saber que sentí al verte tan grande, creciendo dentro de mi panza?, pues un sin número de emociones me envolvieron, pero creo que la palabra que más se acerca a lo que sentí fue "admiración", ¿Cómo puede la vida surgir de algo tan pequeño?¿Cómo es posible que crezcas tan rápido, tan perfecta, tan sublime? quizás creas que exagero, que la vida a surgido de esta forma por siglos, que no somos especiales, pero sin embargo, cuando experimentas la creación, de alguna forma todo lo demás se vuelve menos relevante.
De pronto un día sentí un golpe en mi panza, fue extraño, no sabía como explicar esta nueva sensación, yo era la única que podía sentirte, por fin aterrice y me convencí que estabas ahí, conmigo.
Entonces comenzaron las noches de desvelo, tus movimientos me despertaban y no dejaban que conciliara el sueño, pese a esto me encantaba sentirte, saber que estabas ahí me hacía sentir afortunada.
Recuerdo el día en que mi mano sintió una de tus pataditas, de inmediato me sorprendí, había llegado el día en que tu Papá podría sentirte al igual que yo, era temprano, aun dormía, tome su mano y la puse encima de mi barriga, entonces hiciste la magia, un movimiento claro que dejo a tu papá impactado, lleno de felicidad y con una emoción que se podía ver en sus ojos. Era una realidad, estabas junto a nosotros creciendo.
Todo iba bien, hasta que después de dos años la pandemia por fin nos alcanzó. El Covid llego a romper nuestra tranquilidad, los días de felicidad se apagaron en un chispazo y llego la época de preocupación, de miedo, de angustia, de culpa. Nos dijeron que algo pasaba contigo, que no crecías como deberías y que por lo tanto debíamos controlar tu desarrollo una vez por semana. Esta es la parte de la historia que todo se vuelve un poco sombrío, sentimientos de tristeza me inundaron, el temor de perderte o que algo malo te pasara me ahogaba, fueron los últimos meses más difíciles.
Cada semana mi corazón se apretaba y dejaba de latir por instantes. Hasta que por fin llego aquel día, de pronto leí que algo andaba mal, lagrimas llegaron enseguida y la desesperación no me dejaba hablar. -hoy es el día, prepárate -dijo la doctora, llame a tu papá y comenzó la travesía.
Tenía miedo, no voy a mentirte, se encontraba todo listo cuando comenzaron a buscarte dentro de mí, estando acostada en la mesa de operación, tu papá me tomo de los hombros levantándome en el momento justo cuando tu cuerpo se desprendía del mío, pasaste dentro de un túnel de sabanas y llegaste a mi pecho. -Es hermosa, es hermosa- dije una y otra vez mientras te besaba.
Naciste un día 25 de marzo y llegaste a revolucionar nuestras vidas.